Mi primer viaje espiritual en la Danza del Sol

Cada gran viaje comienza con una visión. Mi camino hacia la Danza del Sol se inició en una ceremonia de plantas sagradas, donde tuve una visión poderosa y clara. En medio de los cantos y el humo sagrado, sentí el llamado ancestral de la Piedra del Sol. En esa visión, vi a Quetzalcóatl, el Serpiente Emplumada, y su mensaje fue tan fuerte y claro que no pude ignorarlo.

Decidí responder a ese llamado y participé en la Danza del Sol. Sin embargo, la experiencia fue brutal para mi cuerpo. El suelo ardía como un comal bajo mis pies descalzos, y las piedras del círculo de danza eran como dagas afiladas. El dolor físico era intenso, pero cada momento me acercaba más a lo sagrado.

En un momento de desesperación, tuve la visita de un guía espiritual en mi humilde tienda de campaña: Alce Negro, dueño de la Danza del Sol. Entró con una pluma de cóndor gigante y, con movimientos suaves y certeros, me limpió y me infundió fuerza. Sentí sus palabras y energía revitalizándome, dándome la determinación necesaria para terminar la danza y ofrendarme colgando del árbol sagrado.

Después de la Danza del Sol, me enteré de que muchos recibían regalos espirituales. Aunque yo había acudido por pura convicción, sin esperar nada a cambio, también recibí un regalo invaluable. Ese año, 2019, comenzó mi autodescubrimiento a través del espejo de obsidiana negra, una enseñanza profunda y transformadora. Pero esa es una historia para otro post.

Esta experiencia cambió mi vida para siempre, recordándome la importancia de escuchar los llamados de nuestro espíritu y seguir el camino que nos indican, sin importar lo difícil que pueda ser.

Reflexión Final

Cada paso en mi viaje fue un recordatorio de la conexión profunda que tenemos con lo sagrado y con nuestros antepasados. La Danza del Sol no solo me fortaleció físicamente, sino que también me proporcionó una claridad espiritual que sigo explorando hasta hoy.

Espero que mi historia inspire a otros a buscar y responder a sus propios llamados, y a encontrar la fortaleza en medio de las pruebas más difíciles.